Los buenos, los mejores, los muy buenos y los imprescindibles

Hace unos cuantos años ya, antes de llegar a la universidad, me escuché unas cuantas veces casi todos los discos de Silvio Rodríguez y siempre me llamaba la atención la cita de Bertold Brecht con la que empieza Sueño con Serpientes:

«Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles»

¿Y qué tiene que ver todo esto con el software libre? Bueno, para mí es bastante claro. A pesar de que el software libre es una forma de hacer tecnología, también es una forma de entender el mundo, es decir, política. No la política de los partidos, de derechas y de izquierdas, de «papá Estado» contra «los Mercados». Es política a más alto nivel, independiente del sistema social/político/económico subyacente. Es una política poco ambiciosa, no se mete en otros asuntos, solamente quiere opinar sobre el software: ¿queremos compartir nuestro código en beneficio de los usuarios o no? Dado que muchos han afirmado que el código fuente es uno de los soportes más importantes de nuestra cultura en la actualidad, como mucho esta pregunta se puede extender a ¿queremos compartir nuestra cultura en beneficio de la sociedad o no? El resto de ideas políticas en torno al software libre probablemente estén confundidas. Esta es la razón porque tantas corrientes políticas tradicionales tan distintas hayan visto que el software libre tiene sitio en sus idearios y programas electorales.

Como iniciativa política el software libre exige cierta dosis de militancia. Hay veces que lo lucrativo a corto plazo es no compartir el código, hay veces que lo cómodo a nivel de usuario es olvidarse de las licencias o Términos de Uso, por lo que algunos preferimos emplear soluciones menos lucrativas o menos cómodas para fomentar las alternativas libres (esto es inaudito para mucha gente, supongo que será la misma gente que considerará inaudito pagar más por un producto de comercio justo o que haya gente que quiere que le suban los impuestos).

Y en esta militancia los hay quienes prueban un día y son buenos, hay quienes lo intentan un año y son mejores, quienes están al pie del cañón muchos años y son muy buenos, e incluso quienes dedican toda una vida y son imprescindibles.

El paradigma del «imprescindible» en el software libre es Richard Stallman, alguien que ha dedicado toda su vida al software libre. Un personaje criticadísimo por sus formas y costumbres, tachado en ocasiones de excéntrico y conspiranoico, pero visionario y tremendamente acertado en muchas de sus advertencias. Gracias al e-ghost, he tenido ocasión de convivir unas semanas con él y entender las críticas que recibe y la pasión con la que defiende la libertad del software.

Entre los «muy buenos», la lista es interminable. Esta entrada ha sido motivada principalmente por la ilusión que me hizo encontrarme este sábado, el Día de la Libertad del Software, con ese puestecito en el Arenal equipado con unos cuantos portátiles, red Wi-Fi y un montón de copias de GNU/Linux. Detrás de la mesa, gente «muy buena», que lleva años en esto y aún así sigue al pie del cañón (Ibón, Iñigo, Yanko 😉 ). Ese puestecito que no podía competir con el despliegue pro-NBA con gradas y megafonía profesional que había a escasos metros, pero que tampoco lo pretendía. Las tres personas que había ahí decidieron que iban a dedicar la mañana de un sábado lluvioso de septiembre a fomentar el software libre. Chapeau por ellos 🙂

Pero el software libre no vive de heroicidades, los «mejores» y los «buenos» son la culpa de que se haya convertido en un fenómeno de masas, así que son también muy importantes.

Vuelvo al blog con esta reflexión, sin aportar mucho más que un poco de ilusión por haber visto que siempre hay gente al pie del cañón, ilusión que se contagia fácil 😉

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